“Ningún niño quiere crecer para ser
presidente y hay una sensación de que el mundo está cerca de su fecha de
caducidad. No hay ningún motivo para mantener los sentimientos y visiones. Esto
es el mañana”.
Morrissey
Nadie pone en duda el estatus de Morrissey como artista de culto. Desde la disolución de los Smiths ha labrado una sólida carrera en solitario gracias a álbumes de gran calidad. Fiel a sí mismo, su discografía no desmerece en comparación con su vieja banda. Pocos cantantes, por no decir ninguno, han sido capaces de superar las glorias del pasado. Moz cuenta con ambición, lírica ácida y afilada, una voz única y carencia de nostalgia que le permite afrontar el presente sin lastre sobre sus espaldas. Su público es de los más fieles que existe. Durante décadas, ha subido al escenario con los ojos llenos de lágrimas para abrazarle. ¿Cuántos músicos serían capaces de conseguir algo similar en los tiempos que corren?
Las
declaraciones de Morrissey siempre
han sido controvertidas. No tiene reparos en decir lo que piensa sobre política, el veganismo, compañeros de profesión, defensa de los animales, la monarquía británica,
multinacionales, la comida basura o el estado de la industria discográfica, entre
muchos otros temas. En comparación, las bravatas de los hermanos Gallagher
resultan infantiles. Quizá por ello World
Peace Is None Of Your Business (Harvest, 2014) fue un fracaso de ventas. El
artista acusó a la casa discográfica que lo representaba en aquella época de
prestarle nulo apoyo. En consecuencia, fue despedido a las pocas semanas de
haber publicado el disco. Pese a lo sucedido, Moz se embarcó en una gira
mundial para promocionar su trabajo. Al diablo con los ejecutivos que lo único
que desean es llenarse los bolsillos gracias al sudor de sus artistas. Los
fans, aquellos que compran elepés y pagan por ver a sus ídolos en directo, son
los únicos que importan. Que tomen nota las estrellas que brillan en el
firmamento y actúen en consecuencia.
Tres
años más tarde, “Spend The Day In Bed”, con su irónica letra sobre la pereza, crítica
a los medios de comunicación y olvidar el mundo, volvía a situar a Morrissey en primera línea de la industria. Un corte
pop con una melodía saltarina que, aunque en un principio no causaba demasiada
impresión, termina ganando con las escuchas. La portada del álbum —un niño en la puerta del palacio de Buckingham con
un hacha y un cartel que anuncia «Axe The Monarchy»— remitía
a piezas como “The Queen Is Dead” o “Margaret In The Guillotine”. Producido por
Joe Chiccarelli (The Strokes, The White Stripes, The Raconteurs) y grabado en La
Fabrique Studios, Low In High School (BMG,
2017) es un trabajo de alta carga política, crítica a las guerras por el
petróleo, brutalidad policial, soledad y repulsa hacia la decadencia del
planeta. Moz no cambia con el paso del
tiempo.
“My
Love, I'd Do Anything For You” es una declaración de principios de corte glam:
guitarras distorsionadas, estupendo fraseo por parte de Morrissey, vientos y
gritos de colofón. “I Wish You Lonely” (segundo sencillo) destaca por su fondo
electrónico y lírica amarga sobre el aislamiento. Una canción cruda y enérgica
que puede convertirse en uno de los pilares de su próxima gira. “Jacky's Only
Happy When She's Up On The Stage” (tercer adelanto), con su siniestro
sintetizador de fondo y coros infantiles de despedida, resulta una bofetada a
los actores endiosados. Tal como era de esperar, el público abandona la sala
antes de que termine la película. La balada “Home Is A Question Mark” es
nocturna, cinemática y conmovedora. Delicados arpegios, poderosa base rítmica,
teclados, estribillo épico y cuerdas. “I Bury The Living”, esquizofrénica y
experimental, un ataque al ejército que devuelve los cadáveres de los soldados caídos
en combate a casa. Las madres deben velar los cuerpos de sus hijos sin que nada
pueda servirles de consuelo.
La
segunda parte del elepé comienza con “In Your Lap”, una balada de piano sobre
relaciones destrozadas en las que solo queda el sexo para paliar el fracaso; Moz se luce con una interpretación tenebrosa.
En “The Girl From Tel-Aviv Who Wouldn't Kneel” encontramos un chachachá (increíble
pero cierto) con piano y bajo juguetones que contradicen una letra
reivindicativa sobre las mujeres israelíes. “All The Young People Must Fall In
Love” cuenta con palmas, una base que roza lo marcial y riffs entrecortados; ideal para corearla en vivo. “When You Open
Your Legs” habla de la puerilidad de las relaciones humanas, del intercambio de
fluidos como escape al tedio y la desesperación. El empaque sonoro latino, con
castañuelas y cuernos, recuerda a “The Bullfigter Dies”. “Who Will Protect Us
From The Police?” empieza con una sirena policial. Sucia, electrónica, un
esputo a la autoridad. La placa y el uniforme permiten a los representantes del
poder acosar a quienes les plazca. Para terminar, “Israel” se solariza con la
situación que sufre el país desde hace años. La melodía de piano es sublime y Morrissey
ofrece una de las mejores tomas vocales del álbum: triste, ampulosa y
combativa.
Los
medios británicos han recibido Low In
High School con críticas despiadadas que caen en la acritud. Cabe imaginar que,
más que el disco en conjunto, se han centrado en sus letras; las mismas que no
conceden perdones y resultan más hirientes que de costumbre. Acusan a Morrissey de victimista, reaccionario, viejo y amargado. De ser un cantante joven, las conclusiones serían muy distintas. La madurez, como de costumbre, es un factor de discriminación en el mundo de la música. Ciertos
individuos, sumidos en una nube de gloria y verdad absoluta, deberían escribir
con la profesionalidad que se espera de ellos. Moz no es un personaje mediático agradable ni pretende serlo. Al margen de la opinión
de la prensa, nos encontramos con su trabajo más sólido desde Ringleader Of The Tormentors (Attack
Records, 2006). A punto de cumplir los sesenta años, Steven Patrick Morrissey no
ha perdido un ápice de rebeldía, compromiso y actitud. Otra obra notable para
la leyenda.