Harrison cayó al suelo de espaldas, y yació
allí, temporalmente ciego y sordo por aquella espantosa confusión. Cuando logró
ponerse en pie, aturdido, observó la escena con asombro. No quedaba el menor
rastro de la cabaña: tan sólo unos pocos troncos retorcidos, entre los que
yacían algunos fragmentos de ropa desgarrada.
Howard se
caracterizaba por su perseverancia. Aunque gran parte de su obra fue rechazada
por los pulps de la época, el texano
no cesaba de escribir hasta obtener la ansiada publicación. El mundo editorial
no ha cambiado en absoluto desde entonces: grandes novelistas pasan desapercibidos
mientras otros con ínfimo talento copan las listas de ventas. Si bien el género
policíaco no era su punto fuerte significaba un mercado lucrativo en los años de la Gran Depresión; continuaría alternando historias del duro detective Steve Harrison con
relatos de boxeo de la dupla de marineros Steve Costigan/Dennis Dorgan, los westerns humorísticos de Breckinridge
Elkins, y las aventuras orientales de Francis Xavier Gordon, alias “El Borak”.
Inspirado por Lovecraft, compañero literario en Weird Tales con el que carteaba
profusamente, Howard no tenía el menor problema a la hora de abordar el género
de terror. Buena prueba de ello son obras maestras como “Las palomas del infierno”,
“Gusanos de la tierra” o “El hombre del suelo”. En El secreto de la tumba y otros casos de Steve Harrison (Los libros de Barsoom, 2009), el enfoque es diferente. Las
tramas de “peligro amarillo” son reemplazadas por el estilo “weird menace” popularizado
por Jules de Grandin de Seabury Quinn, en la que la influencia de lo
sobrenatural resulta notoria. Violentos, oscuros y macabros, los cuentos del
texano poco tenían que ver con los estereotipos del género.
Pueblos perdidos en la América rural, tumbas profanadas, rituales
vudú, crímenes imposibles, espectros asesinos, pantanos llenos de peligros… El
detective abandona el Barrio Chino para continuar luchando contra el mal. Su
carácter sombrío, taciturno y obsesionado con el trabajo, no es un impedimento
a la hora de impartir justicia. Una fuerza de voluntad inquebrantable, junto a
sus puños de acero y un revólver bien cargado, lo harán prevalecer sobre las
tinieblas en el lugar que muchos otros fracasarían. Harrison es un héroe: siempre
alcanza el triunfo pese a todas las adversidades que se interpongan en su
camino.
Con su atmósfera tétrica, cabezas cercenadas, odio ancestral
entre familias y apariciones fantasmales, “Ratas en el cementerio” podría ser
considerada la mejor historia del detective. Howard demuestra su pericia como narrador:
… Como sintiendo su indefensión, las ratas se
abalanzaron sobre él. Harrison luchó por su vida, como un hombre inmerso en una
pesadilla. Golpeó, lanzó alaridos, maldijo, y las aporreó con el revólver de
seis tiros que empuñaba aún en la mano derecha.
Sus fauces se
clavaron en él, rasgando ropa y carne, mientras sus fétidos alientos acres le
causaban nauseas; casi había quedado cubierto por completo por sus cuerpos
ávidos y temblorosos. Intentó quitárselas de encima, golpeando con frenesí con
demoledores golpes de la culata de su revólver de seis tiros.
Los caníbales
vivos se abalanzaban sobre sus hermanos muertos. Llevado por la desesperación,
el detective se giró de medio lado y clavó el cañón de su revólver contra la
tapa del ataúd.
Ante el destello
del disparo y su correspondiente estampido, las ratas escaparon en todas
direcciones. Apretó el gatillo una y otra vez, hasta quedarse sin cartuchos.
Las pesadas balas destrozaron la tapa, abriendo un gran agujero junto al borde.
Harrison logró, al fin, sacar su mano entumecida a través de aquella abertura…
Howard por fin había descubierto la fórmula correcta. Los
relatos de terror policíaco “El secreto de la tumba” (bajo seudónimo) y “Fauces
doradas”, fueron publicados en el mismo número de Strange Detectives Stories (febrero de 1934), y “Ratas en el cementerio” (febrero de 1936)
en Thrilling Mystery. En cambio, “La
morada de la sospecha” y “La voz de la muerte”, permanecerían inéditos hasta
ser rescatados del olvido a finales de los setenta y mediados de los
ochenta, respectivamente.
El texano no volvería a escribir sobre Steve Harrison
durante el resto de su breve carrera literaria. En comparación, el detective
palidece junto a célebres personajes como Conan de Cimmeria, Solomon Kane o el Rey
Kull. A pesar de ello, no se encuentra tan alejado de estos a nivel de calidad
y merece la pena leer sus historias. Ambos libros (El Señor de la muerte y otros casos de Steve Harrison y El secreto de la tumba y otros casos de Steve Harrison) se encuentran agotados desde
hace tiempo: solo cabe esperar que una reedición permita a nuevas generaciones
disfrutar de los mismos.